sábado, agosto 19

Sin prisa...


Sobre mi epitafio clavo palabras
Ácidas, agrias, como ese cáliz que impuso mi fin
Fui pasión, impulsos rojos, furiosos
Fui fortaleza, alegría, amor por todo.
Y por más que traté no pude entender
Por qué lo más infinito terminó por envenenarme
Por qué me cansé de sentir, de sentir para nadie, para nada.

Ardieron mis manos,
Y se materializaron en frente de mis ojos, burlándose
Todos mis miedos y fobias
Todos los temores y caídas que no se cumplirían
Se posaron ante mí, sobre mí.

No recuerdo si regalé o perdí mis cosas
Maldita memoria, maldito pasado
Qué esquivos transitan hoy por mis pestañeos
Parece cómo si nunca hubiese nacido,
Cómo si nunca hubiese besado,
Nunca… nunca desperté acompañada en las mañanas
Siempre he estado a la deriva, con mis breves estados de sueño prolongado.

He estado quieta, sentada y muerta
Por más de mil infinitos años
Desde que caí del cielo, de mi cuna nubosa
Ni la belleza ni el júbilo han decorado mis días

Llevo la marca del que ama sin consuelo
El sabor del insípido veneno
La pasión derramada en etéreos pasos
El perdón que no tuve, que no di
Pero nadie lo puede ver,
Nadie me ve.

Sobre mi epitafio derramo lágrimas
Que no alcanzan a caer,
Se diluyen,
En todo lo que soy, en todo lo que fui.