martes, septiembre 19

Es hoy.


Un peligro inminente me roza los dedos
distraída, rehuyo de aquel dolor adictivo
rehuyo del sonido de tus pasos cada vez más ténues
ligeros, profundos, moribundos.
Y es que ibas y venías con locos anhelos
con el sin sentido de la vida y el mundo en el bolsillo
Ahora, soy quien reniega del egocentrismo
de la enajenación, de los árboles .. tu pasar cantante, sutil.
Las eternidades, los infinitos, los ocasos,
me parecen asunto de niño malcriado, de niña malcriada
y sé, pronto, que las cosas no empiezan en uno mismo
no somos dueños de límites ni fronteras
menos de la palabra magna, menos de aquella palabra.
Las cosas no empiezan en uno mismo
más bien se envuelven en las siluetas, en los pantanos, en los océanos ..
en los malditos océanos.
Me amenaza la garganta y las entrañas
éste que me roza los dedos.
Y creo malinterpretar todas las señales de humo de mis ancestros
sobre todo porque desaparezco, me desvanezco,
me derrito y mi imagen se asemeja a aquellos charcos que inundan la capital en días de lluvia
Y creo malinterpretar cualquier escrito de origen egipcio -quién sabe-
en el que antes descifraba tus labios posados en mis múltiples mundos.
El peligro de vivir ciertas mañanas, tibias
y que en el pasar de las horas vaya perdiendo el aliento
para morir presa de la noche, fría.
El peligro de degollarme con las cuerdas de una guitarra
mientras tu voz se pierde en el silencio de todas las palabras juntas y condensadas.
Y su abrazo me provoca la más sincera de mis muertes
la única que ha podido escapar tanto de la lástima como de los aplausos
opacando al cinismo que se instala sucediendo nuestro fin.
El peligro de que esta vez las cosas comiencen en mi misma
de no saber cuándo debo sobrepasar el roce de los dedos
para sucumbir finalmente -y como siempre, y como nunca-
en el aliento de ese beso .. tan nuestro.
¿Me quedo?