sábado, octubre 21

Ahí estaba sentada
sus ojos húmedos, ya pequeños
sus labios apretados impidiendo el arrebato de palabras imperecederas
por haber sido víctima de aquella historia,
de una pala y un hombre que emprendía camino cada mañana
que se entremezclaba en ecos lejanos, sinuosos...
de una pala y un hombre que regresaba
pálido
arrepentido
desgarrado
Se le veía
en el pasar de las horas, de mediodía a medianoche
cavar minuciosamente en la tierra
con su pala, el hombre
entre cantos, silbidos
y gritos horrendos
de entrañas ardientes y carcomidas.
Perpetua en la ventana
su paralizada figura
femenina
falta de nitidez, semi desvanecida
como bruma
niebla
como seguramente luce el infinito
a la luz de la muerte.
Y fue el silencio el único sobreviviente de aquella historia
que concluyó
en la disipación de los ecos
en el absurdo
de un hombre
que arrojaba su inerte cuerpo
al que había sido objeto de su dedicada excavación...
El fin
se escribia en la ventana
en los pequeños ojos de una mujer
aniquilada
por el absurdo de un hombre
que había cavado su propia tumba.

martes, octubre 10

Evolución... jaja...



Tú...
Yo... queriéndote.

domingo, octubre 1

Me detengo. Lluevo.


“Mátame” te dije y tu respuesta no fue otra que esa cara de extranjero que solías poner ante las cosas que te causaban indeferencia. Y es que no fuiste capaz de comprender que yo no podía morir en otros que no fueran tus brazos, aunque cientos de otros brazos en el mundo me sostuvieran de la forma más dulce y más perfecta, la última imagen que hubiese querido ver al abandonar este patético e inhóspito mundo –ahora sin ti- era la tuya.

Mi presencia entera, medianamente armónica se ha transformado en una falacia, en una efigie original sin precedente que se refleja en lo demás y se empapa de aquello. Todo por la falta de sorpresas, de ironías que cualquiera fuese su contenido terminaban por convertir todos los tiempos en uno –pasado, presente y futuro- en el desborde del corazón que de lleno se quejaba, que te contenía, te extrañaba y de vez en cuando te buscaba en la esquina del mundo desgastado, en esos lugares costosos en donde siempre que pasas dejas algo valioso desconociendo que jamás te será devuelto. “Jamás me fue devuelto” … desde mis pies el escalofrío que ha de recordarme mis culpas, mi cadena perpetua por el crimen de pactar ilícitamente una infinidad de joyas a cambio de piedras y rocas.

Entre lo literal y lo metafórico, escribo y mis manos angustiosas me cubren de vez en cuando la cara quizás por la vergüenza atroz de haber permanecido viva aún hasta hoy después de haber perdido aquella muerte, aquella muerte de sonrisas precedida por varios episodios perdonados, llorados, en los que nunca pude amarte menos. Por la vergüenza atroz de amarte un poco más de lo que tú, el orgullo y el tiempo me han permitido.

Pese y sobre todo lo anterior, sobre mi misma y mi ánimo de besarte o morderte los hombros, despertar contigo, despeinarte, susurrarte cualquier cosa sin importancia, llorar y llorarte… desprecio cada paso que das que en lo concreto no escapan de tu inestabilidad, tu cara de amarme al tiempo que mentías, tu cara de mentirme al tiempo que amabas, tu cara de mañanas, de tardes, de noches. Desprecio nuestras bromas, nuestras cervezas y caminatas bajo la lluvia, nuestras desventuras, gritos y reconciliaciones, nuestras conversaciones profundas y superficiales, abrazados, alejados, conectados por los azares, las estrellas, tu necesidad, mi amor.

Y así es. Así debió ser. No es más que la cadena alimenticia y sus jerarquías. Vivo, porque no escuchaste. Vivo, porque espero tu golpe certero que tarde o temprano ha de proporcionarme el final feliz. Ese que estipulamos, soñamos y nos prometimos.
Perdón por descubrirme y caer.