Ahí estaba sentada
sus ojos húmedos, ya pequeños
sus labios apretados impidiendo el arrebato de palabras imperecederas
por haber sido víctima de aquella historia,
de una pala y un hombre que emprendía camino cada mañana
que se entremezclaba en ecos lejanos, sinuosos...
de una pala y un hombre que regresaba
pálido
arrepentido
desgarrado
Se le veía
en el pasar de las horas, de mediodía a medianoche
cavar minuciosamente en la tierra
con su pala, el hombre
entre cantos, silbidos
y gritos horrendos
de entrañas ardientes y carcomidas.
Perpetua en la ventana
su paralizada figura
femenina
falta de nitidez, semi desvanecida
como bruma
niebla
como seguramente luce el infinito
a la luz de la muerte.
Y fue el silencio el único sobreviviente de aquella historia
que concluyó
en la disipación de los ecos
en el absurdo
de un hombre
que arrojaba su inerte cuerpo
al que había sido objeto de su dedicada excavación...
El fin
se escribia en la ventana
en los pequeños ojos de una mujer
aniquilada
por el absurdo de un hombre
que había cavado su propia tumba.